martes, 30 de diciembre de 2008

Lo que no puedo decir

Mi biobibliografía ¿quién soy? ¿qué? soy la escritura, soy un hombre, soy una manta sobre los hombros y el iPod a todo trapo mientras tecleo. Soy el frío, la sombra, una lámpara medio rota que da pena y algo de luz, soy el hambre y el ansia, soy las pastillas que tomo para dormir y la cocacola de dos litros. Soy mi carne, mi cuerpo es lo que soy, soy el deseo de tener, la búsqueda de los objetos, el andar, el estar solo, soy una pila de libros sin leer o leídos a medias y también soy las ganas reprimidas de hacerme pajas. La mente, el dolor, las lecturas de google, soy el miedo, soy lo terrible, soy una tele encendida para poder cerrar los ojos sin pensar en lo que me sucede, mi sangre, mi temblor, mis ganas de decirle a una chica que me gusta. 

La escritura es lenta. Llevo más de 2500 palabras escritas del próximo ojo izquierdo, palabras que se quedarán en nada, 2 párrafos, 3 como mucho. Escribir sin pensar, escribo, necesito escribir hasta que me sobre la escritura, escribo y escribo y luego voy marcando en negrita las frases que me gustan, los lugares donde digo algo importante, algo que suena bien, y borro lo demás, separo, corto, pulo, recompongo. No escribo por acumulación, escribo por descomposición, yo hago la escritura descompuesta. La relectura, luego, me dice por fin lo que quiero escribir.

ACTUALIZACIÓN

Después de salir a comprar champú hidra-rizos y vasos de plástico para el champán que voy a beber mañana (el cristal ya no sirve) pienso que no debería seguir escribiendo blogs. Dejar el blog. Mi necesidad de comunicar está muriendo, mi algo que decir está quedándose vacío. No tengo nada que contar, no tengo nada dentro. Escucho una entrevista que le hace Diego Medrano a Pere Gimferrer, no entiendo mucho de lo que dicen, me da igual, oigo la entrevista como música de fondo, Tornado, teorizar sobre la escritura es algo que produce sueño, la escritura se lee y la teoría se puede ir a la mierda. Cerrar los blogs, o no cerrarlos, abandonarlos. Si no me apetece escribir, ¿por qué escribo? si no tengo nada dentro ¿qué más da? ¿por qué este no saber dónde posar las manos? Me presiono para escribir, no sé si es bueno, pero no para escribir en el ojo derecho, está dicho que esto no es escribir en cuanto a lo literario se refiere, esto es teclear, decir, hablar con los dedos. Cuando digo escribir, cuando escribo, escribir, me refiero a lo que llamamos literario, a una intención estética y comunicativa, una intención creadora. Presionarme no sé si es bueno, un profesor mío decía que la poesía no viaja en ambulancia. José Hierro se tiró no sé cuántos años sin escribir, luego escribió cuaderno de Nueva York, creo, o me lo invento, pero la idea es esa, no escribir y que no pase nada. Una vida sin escribir, sin crear, sólo la playstation 3 y las novelas y alguna mujer entre los 18 y los 40 y tantos años. Estoy cansado de no estar. Escribir 2500 palabras para un texto de mierda, para una teoría de un ojo izquierdo es desperdiciar vocabulario. Ahora escucho una entrevista a Julio Cortázar, la pongo en youtube y sigo escribiendo, es como escuchar la radio. Ya veremos dónde acaba todo esto, si es que acaba, claro. Tal vez sea miedo. ¿Escribir para publicar otro libro? Publicar el primero me impone un listón, un nivel, seguir escribiendo y no publicar otro puede ser un fracaso, o no, pero por ahora, eso lo tengo dentro del cuerpo. Lo sé. Cortázar habla de Rayuela. Escribir un libro inabarcable es posible. Otra Rayuela, una Nocilla mejorada, algo de verdad. Estoy paralizado.

sábado, 27 de diciembre de 2008

otro día de diciembre de no sé qué año

Tengo un amigo. Sí. Lo tengo. Mi amigo es un coleóptero con bufanda y gafas de pasta, es un amigo alérgico a las metáforas y a los libros de caballerías, se alimenta de suplementos culturales, tostadas con aceite y  discos de Django Reinhardt, mi amigo, sí, mi amigo, es un lector profesional de primeras páginas y párrafos intermedios, es un gran subrayador, un anotador de márgenes, un doblador exquisito de esquinas de páginas en libros que superan los 3 centímetros y medio de grosor. Mi amigo se llama Michel Djerzinski y cuando conoce a alguien, quiero decir, cuando le presento a alguien, tiene la costumbre de saludar con una exagerada reverencia (todo lo exagerada que su cintura de coleóptero le permite) y enumerar sin más preámbulos los 148 autores que él considera de obligada lectura para todo aquel ser humano que quiera intercambiar con él algo más que un hola y un adiós. Michel Djerzinski, mi amigo, sí, es un conversador interminable, un potenciador de ideas, un bichejo de ocho patas (no sé cuántas patas tiene exactamente un coleóptero, pero Michel, lo juro, tiene ocho patas y un sombrero negro de cowboy), decía, que es un insecto, un bicharraco, un señor con dos élitros y una mandíbula robusta en forma de tenaza.

Pues sí, tengo un amigo, Michel, sí, Michel Djercinski, y dice mi amigo (lo dice en un comentario del post anterior) que, en fin, lo que dice lo copio a continuación: 
"Para tu biobiografía deberíamos escribir una todos los que te seguimos y luego tu coges de aquí y de allí lo que más creas que te representa. Como decía el pedorro ese de Novalis: "Los ojos que tú ves / no son los ojos que te ven / sino los ojos con los que tú te ves."
 Y esto lo dice Michel porque tengo que escribir mi biobibliografía para mi libro y no sé qué mierdas poner, y como no lo sé, pues oye, si alguien se anima se aceptan sugerencias, pero nada de fulanito de tal nació en milnovecientosnoséqué vivió en tal, estudió cual y demás polleces, no, no, odio todo eso, siempre que abro un libro me encuentro con que su autor, casi siempre, ha escrito un huevo, ha publicado aquí y allí y allí también, que es doctor en vete tú a saber, profesor de no sé qué mierdas, miembro de esto, presidente de lo otro, y luego el libro es una gran caca, un cagarro. Pues eso, que si alguien se atreve a escribir algo original teniendo en cuenta mi carácter y forma de ser, pues adelante, prometo, si me gusta, ponerlo en mi biobibliografía. Lo juro.

Michel, como ahora no escribas nada vas a quedar como el culo. 

Ojo, esto es un juego, no pretendo escurrir el bulto de escribir, pero pienso que tendría su gracia.

domingo, 21 de diciembre de 2008

D vs I

Escribo aquí en lugar de escribir allí. Llevo una hora, algo menos, escribiendo para el ojo izquierdo, escribiendo eso que pretende ser literatura, eso que tal vez sea publicable, eso que otros leerán y dirán oh, qué bien escribe este sinvergüenza, este desconocido bloguero, este señor. El ojo izquierdo es literatura. El ojo derecho es mierda. La literatura como tal no deja de ser una gran mierda. En realidad yo no quiero literatura, lo que quiero es tener sexo a diario, claro, y no tener que cocinar, no te jode, pero en lo que a la literatura se refiere, en lo que a los libros se refiere, yo lo que quiero es leer textos, frases, oraciones subordinadas y yuxtapuestas que me den duro, que me poeticen a base de bien, que me cojan y me hagan lo que quieran, poetizar el cuerpo, abrirle de piernas y meterle una metáfora hasta el fondo, la literatura, si no poetiza bien, si no te hace levantar un segundo, un minuto, un año la mirada del libro para decir: j o d e r , si no consigue eso, la literatura es una mierda. Lo dicho. En general todo lo que leo me parece una gran mierda. Los textos limpitos y profilácticos, los textos blanquitos y enquistados, las palabritas de niño jesús, los insultos sin sentido, los párrafos aquí, ordenaditos, tanta novela dialogada y tanto personaje sólido me da asco y me hace vomitar, cojo esos libros y los tiro por la ventana, los echo al váter, los prendo fuego o se los doy a los mendigos, la vida, la gran vida, el mundo entero metidito en la novela, el novelón, las mil y pico páginas de no decirme un carajo. Quiero que alguien me diga un carajo, sólo eso, un carajo, un trozo, un cacho, un algo de algo sólido, la realidad, la verdad, la vida, la experiencia hecha de letras, de renglones bien puestos y de saber no tanto qué decir, joder, qué escribir, sino cómo escribirlo. 
¡Escríbelo bien ostias! Escríbelo bien o vete a tomar por culo con tanta frase larga y rebuscada. ¿Alguien sabe escribir en este puto país? ¿Quién puede traerme un buen poema? Algo nuevo, algo que no me suene a, que no se parezca a, algo que sea lo que está por, un blog como dios manda, por ejemplo, algo como Hikikomori. Yo estoy escribiendo con el ojo izquierdo en el ojo izquierdo, pero no sé, no sé, he perdido la gracia, la rapidez, a velocidad o la sinvergoncería. Lo que quiero decir ya me suena haberlo dicho antes. Algo se está comiendo mi capacidad de observar el mundo.

sábado, 20 de diciembre de 2008

oh! esto es un diario!

Hoy. Hoy es un día en que ha amanecido a no sé qué hora y ha anochecido a otra que tampoco sé. He trabajado vendiendo libros, colocando libros, hablando y preocupándome un poco. Un día como cualquier otro, joder, sólo me salen tópicos, he estado a punto de escribir que este día es como una fotocopia del anterior aaaaaaaaaaaaaaah!! necesito cambiar de dieta o algo.
Tengo un problema. Bueno, no sé si es un problema, pero me ocurre algo. No puedo leer. Mi cuerpo se rebela cada vez que abro un libro, me entra sueño, un sueño insoportable, llevo muchísimo tiempo si acabar un libro, bastantes meses, no llego a leer ni un libro al mes, esto es, joder, esto es una mierda, a quién cojones, con perdón, le interesa mi vida? quién entra en este ojo derecho? con qué interés nadie lee entradas como esta? lo que ahora escribo debería quedarse en la papelera de mi ordenador (o computadora, que acabo de leer a un argentino que dice que el nombre de ordenador es feo y que deberíamos cambiarlo por el de computadora de una jodida vez). Esto es lo mismo que no decir nada, mear, cagar, sacar algo a la fuerza. Sólo un par de cosas puedo decir. Estoy enganchado al blog de Alberto Olmos, ahora está escribiendo un post diario donde cuenta cómo escribe su novela, es muy interesante, lo leo todos los días sin falta, y me gusta más que cualquier puta novela de las que empiezo a leer todos los putos días. Hace poco dijo algo sobre la verosimilitud, antes, lo que se le pedía a una obra literaria era que fuese verosímil, y tal, pero ahora, eso ya no sirve, ahora la obra literaria tiene que ser verdad. Y, joder, es verdad. Me cuesta mucho leer novelas, no me las creo, noto el juego, el espera que te cuento esto primero que luego ya te cuento lo otro y fíjate lo que ha pasado ahora, no me lo trago, no, no, uno de los mejores libros que he leído, creo que este año, es una biografía de Bukowski, mucho más interesante esa biografía que muchos de sus cuentos. La verdad. Seguro que volveré a escribir sobre esto. 

Hace un par de horas me acerqué a Mercadona a comprar bebida de soja con chocolate, pan, jamón york, patatas fritas y agua mineral. Mientras iba andando hacia allí suena mi móvil. Casi nunca cojo el móvil, me da mucha pereza hablar por teléfono, no me fío, pero bueno, lo cojo y era mi editor. Qué bien suena esto: mi editor. Que quiere que le mande el archivo con mi libro y una breve biobibliografía para la solapa y una foto. Una foto, una foto que quedará fijada para siempre en la solapa de mi primer y tal vez único libro. ¿Cómo se come eso? No me gusto en fotos, no en fotos normales, yo quiero fotos chorras como yo, fotos donde salgo sacando la lengua y haciendo obscenidades. Yo soy obsceno. Me da vergüenza ser normal, la normalidad me la guardo para casa y para mi trabajo, pero el resto del día, cuando estoy en la calle y soy yo, uno que anda sin pisar las rayas de los adoquines, procuro esconder mi normalidad en una pose literaria y alegre, en una cosa fría y ególatra, no sé, me lo estoy inventando para alargar un poco el texto. 

Ahora tengo que hablar de mi mismo para la solapa del librito. ¿Qué puedo decir de mí que suene bien? No quiero hablar de mis publicaciones (las hay, malditos, pero pocas) ni de mis superestudios, eso no tiene nada que ver con lo que he escrito en el libro, debería hablar de mis obsesiones, claro, pero entonces, nadie iba a pasar de la solapa. Fijo que no.

Ya va siendo hora de ver algo en la tele, o de ponerme la sexta temporada de Sexo en Nueva York en el ordenador, perdón, computadora. Creo que le pediré a alguien que escriba mi biobibliografía, a la camarera del bar Bahía, por ejemplo, ella sí sabe lo que de verdad me gusta.

jueves, 18 de diciembre de 2008

Interneeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeet

Sin internet en casa no me atrevo a seguir escribiendo, internet es mi guía, mi enciclopedia, es mi diccionario, internet es la terraza a la que salgo para fumarme un cigarrillo y aclarar las ideas. Necesito internet para escribir, es así de triste, también necesito tener la tele encendida y algo de música en la cadena o en el iPod, libros en la estantería y en la mesa, servilletas de papel, vasos de cristal sucios, un pendrive y una caja azul con una estilográfica que nunca uso. Sin embargo no tengo internet. Cuando quiero conectarme he de salir a la calle y andar 20 metros hasta coger una red Motorola sin encriptar, sentarme en las escaleras de uno de los bloques de apartamentos y congelarme el culo mientras consulto mi correo o cuelgo esto en el blog. Lo que yo quiero es tener internet en casa para entrar, darle a la tecla y consultar cualquier gilipollez sobre la que me da por escribir, internet agiliza la escritura, la llena de referencias, de links, internet enriquece la prosa como el hueso de un jamón enriquece el cocido, te abre la mente, te da perspectiva, internet es como ese amigo con el que te gusta hablar en una cafetería y que hace que el cerebro se active, que se active la escritura. Esto que estoy escribiendo es una mierda. Pero es que lo escribo sin internet. Cuando vivía en Madrid tenía mi línea ADSL de telefónica que me costaba 60 € al mes, llegaba a casa, me tiraba en el sofá, cogía el portátil y me conectaba, si quería escribir, escribía, si no, veía una peli, videos, bicheaba por la blogosfera, leía cosas sorprendentes que me empujaban a escribir, y si mientras escribía, de pronto, quería hablar sobre el origen de las escaleras mecánicas, sólo tenía que teclear dos o tres palabras en Google y listo, tenía lo que buscaba en segundos, mi escritura no se interrumpía, el proceso de búsqueda de datos en internet era parte de mi proceso creativo, servía de descanso y de acicate, luego metía la información que me parecía conveniente en el texto que estaba escribiendo y a seguir. 

Llevo un par de días escribiendo una especie de teoría del ojo izquierdo, como una historia acerca de su origen, un poema. Pero quiero usar algunos datos, palabras certeras, nombres técnicos, necesito hablar de su anatomía con la precisión de una resonancia magnética, necesito un libro de texto, un manual de medicina, es decir, necesito internet, me da igual si todo lo que leo es mentira o inexacto, lo necesito como parte de mi técnica de escritura. Me he acostumbrado a escribir así, no puedo (es lo que he hecho) saltarme la parte donde se supone que describo el ojo como si lo diseccionara la doctora Grey, y seguir con otra cosa, otra parte del texto, y luego, cuando tenga esa información, meterla. No. No, no, no, no, no se puede hacer así, no puedo saber lo que necesito si no lo escribo a la vez, leo, busco, escribo, meto una frase, una palabra que suene a líquido vítreo o nervio óptico, cristalino, retina, corpúsculo bipolar derecho (esto me lo he inventado) las palabras van tirando del texto, escribo, consulto en internet, sigo escribiendo, vuelvo a consultar, y así todo el rato. No quiero decir que necesite escribir siempre con internet a mi lado, como una bolsa de agua caliente o un paño húmedo, no, de hecho, nada de lo que estoy escribiendo ahora ni de lo que he escrito en el ojo izquierdo desde hace tiempo ha necesitado de la banda ancha de telefónica. 

Sólo digo que a veces, hoy, hace tres días, lo necesité, y que me niego a seguir escribiendo mi teoría del ojo izquierdo si no tengo una red wifi a la que conectarme si me da la gana. Tiene que estar ahí, la red wifi, como el ibuprofeno en el armario de la cocina. 

Ahora me pongo el abrigo y salgo a la calle para colgar esto. 

domingo, 14 de diciembre de 2008

El nacimiento de Edgar Quinet

Yo, antes, me llamaba Edgar Quinet. Ahora me llamo Danilo, como mi ojo izquierdo. Soy como esa figura retórica consistente en nombrar al todo por la parte, figura cuyo nombre no recuerdo y tampoco puedo buscar en internet porque desde donde escribo no tengo wifi y no es plan salir ahora a la calle con el puto frío que hace sólo para poner epanadiplosis o lo que sea (sé que no es epanadiplosis, porque tengo el diccionario de términos literarios de demetrio estébanez calderón en casa y he buscado el significado de algunas figuras retóricas que me sonaban, por si acaso, pero nada). No disponer de internet mientras escribo me hace escribir peor. Esta es una afirmación que desarrollaré más tarde, si me acuerdo, otro día, porque ahora quiero explicar el origen de mi antiguo nombre, de mi ex-nick, de mi pasado. Yo antes me llamaba Edgar Quinet.

Entraba en un starbucks (no tengo muchas ganas de mayúsculas) y pedía un café mocca blanco, cuando me preguntaban el nombre siempre contestaba edgar. Un mocca blanco para edgar, decía el camarero o camarera o dependiente o como quiera dios que se llamen las personas que preparan cafés, tes y frapuccinos en vasos de plástico. Un mocca blanco para edgar, y otra persona, otro trabajador de starbucks, que se encargaba de preparar la bebida escribía mi nombre en el vaso, edgar, con rotulador edding color negro. Me hacía ilusión decir un nombre que no era el mío, poder ser otro, un bebedor de cafés que se llama edgar y no Manuel. Pero dejemos a Manuel, que bastante tiene con lo suyo. 

Un día, uno de esos trabajadores de starbucks al que le dije, como siempre, que me llamaba edgar, me soltó no sé qué cosa de mi nombre, que era como el de un cantante o algo así de su tierra (cuba, me parece, no recuerdo) y que admiraba mucho a ese cantante. Creo que fue eso lo que me dijo. El caso es que yo contesté muy serio que no, me llamo Edgar, como Edgar Allan Poe, le dije, luego cogí mi vaso de plástico y me fui con aires de escritor norteamericano alcohólico. Esto, más o menos, se lo conté a mi amiga Isabel una tarde paseando por Madrid, bueno, la verdad es que estábamos en mi coche, creo que aparcando cerca de la plaza de las descalzas, pero da igual, le conté lo de starbucks.

Isabel es mágica. Lo es. Es como lo de me importa un pito que las mujeres etc, cuando se lo conté se le ocurrió un juego, siempre se le ocurren juegos, historias, cosas, isabel siempre está viviendo y si tienes la suerte de estar cerca de ella puedes olvidarte de vivir, quiero decir que puedes dejar de esforzarte, de seguir tirando, porque ella vive de sobra por todos los que le rodean. Isabel, digo, que se inventó un juego: yo soy edgar y ella pauline, entramos en starbucks, pedimos un café cada uno con nuestros nombres falsos (llamémoslos así), luego, cada cual coge una cámara de fotos y gasta un carrete (no valen cámaras digitales), lo revela y le da las fotos al otro. Con cada una de esas fotos hay que escribir una historia, un cuento. Pauline se inventa la historia de edgar a partir de las fotos de edgar y edgar hace lo propio con las fotos de pauline. Luego, lo guardamos todo en nuestros vasos de starbucks con nuestro nombre y los intercambiamos, así, pauline puede leer su historia y yo la mía. Este era el juego. Un juego que nunca se hizo. Pero da igual, lo importante es que de ahí surgió el nombre: Edgar.

Y Pauline.

Ya lo he dicho. Yo antes me llamaba Edgar Quinet. Lo de edgar queda claro, pero ¿por qué quinet? Quinet surgió, como no, con otro juego de pauline, de isabel. Pauline tenía un mapa de parís. Un mapa enorme de color azul, naranja y amarillo. Antes, hace años, trabajábamos juntos en una librería y ella empezó a proponer un juego a los clientes que le caían bien (que no eran pocos). Les pedía que eligieran una calle del mapa de parís que ella, justo en ese momento, desplegaba delante de ellos, tenían que elegir una calle donde les gustaría vivir, una calle cualquiera del mapa, daba igual, debían elegirla y describir cómo se imaginaban la casa donde querrían vivir, la casa, la calle, el barrio, lo que quisieran. Luego lo escribían todo en uno o varios post-it y lo pegaban en el mapa, justo al lado de esa calle. Pauline se había propuesto viajar a París con este mapa lleno de post-its, viajaría a parís, visitaría cada una de las calles y escribiría un cuento por cada calle, por cada hogar, y luego se lo mandaría por correo electrónico a sus respectivos dueños, a todas esas personas que una vez, en la librería donde trabajábamos, se imaginaron viviendo en parís y escribieron sus deseos en un papelito amarillo autoadhesivo. Por supuesto, yo también participé en ese juego. Buscaba algo cerca del cementerio de Montparnasse, algo con buenas vistas al cementerio a ser posible, y entonces lo vi (la verdad es que lo vio pauline): plaza de Edgar Quinet, a escasos metros del cementerio de Montparnasse. Estaba claro entonces, si yo debía tener apellido, no podía ser otro que Quinet. Y así me llamé durante más de 2 años, Edgar Quinet. 

Este juego del mapa, como el de starbucks, tampoco se completó, al menos por ahora. Sin embargo puedo decir que un amigo ha comprobado in situ, hace poco, la verdad de mi historia. Esta es la foto que lo demuestra. Espero que no le importe que la cuelgue en internet. 

(mierda, no me deja colgar la foto, bueno, ya la colgaré)

Un abrazo enorme a Cristian.
Otro también, como no, a Pauline (y a Madiel, que son como Epi y Blas).


Sinécdoque.


lunes, 8 de diciembre de 2008

Contra Agustín Fernández Mallo (pobre)

Esta tarde no puedo hacer otra cosa, intento ver una peli en Megavideo pero la descarga va muy lenta, leer un libro no me apetece, sólo leo páginas en internet, veo a Enjuto Mojamuto (he comprado una camiseta con su cara) y capítulos de Family Guy, leo a Alberto Olmos, su blog, Hikikomori y descubro en él lo que hay en mí, leo precisamente lo que quiero leer. Es jodido escribir lo que uno quiere leer, lo que a uno le gusta leer. 
Esto de crearse un blog del ojo derecho empiezo a sospechar que va en contra de mis intereses literarios ya que ahora me basta con escribir aquí cuando no sé qué hacer, antes, escribía solamente en un blog, un blog donde me exigía cierta literariedad (jajajaja, qué asco me doy) pero como aquí cuelgo cualquier cosa agoto mi necesidad comunicativa en un pis pas y me olvido. 
Mierda. Estoy manchando de grasa las teclas de mi MacBook Air, estoy comiendo un par de filetes de cerdo recalentados en el microondas y bebiendo una Mahou Clásica y tengo los dedos un poco pringosos de mojar pan en el aceitillo. 
Leer a Hikikomori, a Alberto Olmos en sus últimos posts es inspirador, a uno le dan ganas de ponerse a hacer lo mismo, con la diferencia de que este chico de 33 años escribe mejor que yo, escribe mejor y encima sin esfuerzo, mamón. Pero lo que quiero es meterme un poco con Agustín Fernández Mallo, no sé, le tengo ganas. 
Primero decir que leí Yo siempre regreso a los pezones y al punto siete del tractatus el mismo mes que salió al mercado cuando ni Cristo en la cruz sabía quién cojones era este chaval. Pues nada, un servidor lo leyó, y leyó Casa Tomada, una revista diletante de arte laxo (que él fundó, creo, o al menos colaboraba, y mandé un texto y todo y como era normal me dijeron que gracias, pero no), y leyó Creta Lateral Travelling, sí, lo leí todo cuando nadie lo leía, pero no me gustaba demasiado, lo que me gustaba era su diferencia, no su poesía. Como poeta, Agustín Fernández Mallo (AFM a partir de ahora) es algo mediocre, sin embargo él dice ser poeta, no novelista, y resulta que la fama y el reconocimiento le han llegado con sus "novelas". Ahora, con la reedición de Creta blablabla acude a presentaciones, entrevistas, aparecen reseñas en los medios, ahora, resulta que Creta es la hostia tíos, la madre del cordero, cuando es un librito mediocre. Nocilla Dream me gustó, me influyó, me inspiró, Nocilla Dream es un buen libro, muy bueno, no es Rayuela, claro, ni lo pretende, aunque lo que ha hecho AFM lo hizo Cortázar mucho mejor. Pero eso da igual, AFM ha venido a renovar un poco todo esto, darnos unas pataditas en los huevos, luego Nocilla Experience también mola, lo mismo que la Dream, es novedosa, inspiradora, leerla me hace pensar, me hace coger un boli y una libreta, me hace escribir. Y eso lo hacen los buenos libros. Pero claro, luego le publican Carne de pixel en DVD y le dan un premio, no sé cual, pero se lo dan, se lo regalan, que lo sé, hay ciertos premios que los dan así, con el dedito, me lo ha dicho un amigo mío, que es premio Adonais, me ha dicho que le ofrecieron el premio Radio 3, en DVD, pero el dijo que no, porque ya iba a publicar en Algaida o Acantilado. Cuidado, que no critico a AFM por esto, si a mí me dicen ¿quieres este premio y te publico en DVD? yo digo, toma claro. Pero es que AFM ya me rechina, siempre con lo mismo, con las afueras, on the road, los postes de teléfono y las máquinas de aire acondicionado, lo post, lo after, los descampados, los desconchones, las gafitas de pasta negra y la pinta de fisicósofo con camisas retro. Y además Carne de Pixel es una cagada que Vicente Luis Mora y sus amigos alaban y recitan de memoria en simposios y cenas y entrevistas. Lo mismo pasa con Fontaine Odisea, publicado en La poesía Señor Hidalgo, sólo he leído un par de poemas, pero nada, no me dice NADA. Todo lo contrario que Manuel Vilas, joder, esto sí es un poeta, a él también lo meten en la Generación Nocilla, y me da igual, la Nocilla me gusta, me como unas rebanadas de pan de molde con Nocilla mojadas en leche con Neskuik que lo flipas. Los poemarios de Manuel Vilas sí dicen algo, los de AFM dicen chorradas que en el fondo no dicen nada (bueno, dicen lo que dicen, pero me da igual), aunque llegue ahora VLM o Eloy Fernández Porta (léase Afterpop, en Berenice) y me den de hostias con sus teorías y sus lecturas. Lo reconozco, soy bastante ignorante, no he leído a Lyotard, ni siquiera a Thomas Pynchon, ni a Deleuze, y apenas sí he ojeado el citado libro de Porta, ya, mi cultura literaria se limita a que me quedan 6 asignaturas para licenciarme en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, lo cual significa lo mismo que ser gilipollas, porque conozco cada zopenco estudiando esa carrera... así que, no pretendo hacer una crítica desde el conocimiento, no, mi crítica la hago desde la sensibilidad, la sensibilidad de un admirador de un único libro de Bukowski (La senda del perdedor), de un único libro de Don DeLillo (Ruido de Fondo), de un único libro de Cortázar (Rayuela), de un único libro de Alberto Olmos (Trenes hacia Tokio), de dos libros de Francisco Umbral (Un ser de lejanías y Mortal y Rosa), de algunos poemas de Roger Wolfe, Karmelo Iribarren y Ángel González, de un libro de Salinger (El guardián entre el centeno) y algunas cosas más de las que ahora no me acuerdo. Desde esa sensibilidad que me permite saber cuándo leo algo que me revuelve, que me comunica, cuándo alguien está escribiendo algo serio y cuándo lo que escribe es un cagarro demasiado literario o postpoético. Pero ojo, insisto, me gustan las dos Nocillas y me apetece leer Nocilla Lab, visito a menudo el blog de AFM porque en él encuentro ideas para escribir, pero ya me agota un poco tanto poema transgénico y tanta mutación cibercultureta. Aunque yo hago lo mismo a veces, oye.

Por lo demás, bien. Seguiré las andanzas de AFM durante mucho tiempo, porque en el fondo, él representa lo que me gustaría ser y encima le quedan mejor que a mí las gafas de pasta.

domingo, 7 de diciembre de 2008

Tumbado en la cama

Escribir tumbado en la cama a las 11:04 de esta mañana es uno de esos lujos por los que vale la pena vivir. Lo sé. El ordenador que tengo sobre la manta casi no pesa y oigo el agua de la fuente que hay en la plaza del pueblo. Estoy en Jaén. En un pueblo de Jaén. Villanueva del Arzobispo. No veo el momento de salir de la cama y tomarme un buen café con leche y unas magdalenas mientras mi sobrino empieza a hablarme de videojuegos. Lo del café me apetece, pero lo de mi sobrino no tanto. Videojuegos. Me gusta jugar y eso pero que sólo me hablen de videojuegos me agota. Cuando vivía en Parla escribía mejor, cosas más interesantes. La vida, la acción, distrae la literatura, la relaja, tener la cabeza demasiado ocupada es malo para ganar el premio Adonais. Lo sé. Para escribir bien hace falta sexo y gente alrededor. Hace falta gente con quien hablar de libros, de historias, gente con la que poder ir a exposiciones y aburrirte como una vaca, la gente que te da conversación alimenta esa parte del cerebro que utilizamos para escribir. Siempre que no te hablen de videojuegos exclusivamente. Mi vida es la mar de interesante. Doy pena. Esto es lo que quiero decir, me aburro conmigo mismo y no me soporto. No tengo ideas originales para escribir, ni siquiera tengo ideas. No puedo leer, no puedo sentarme en un bar a ver qué pasa. En Madrid era algo que salía solo. Aquí todavía no sé que hostias pasa. Con perdón.