martes, 30 de junio de 2009

versiones

las versiones del poema de la camarera son el resultado de la necesidad de hacer las cosas bien, cuando algo no cuadra pues no cuadra y, o bien lo tiras, o bien lo reescribes. Yo me quedo con la versión 3 y con la 4, pero de éstas prefiero la 3. Me gustaría saber qué opina quien quiera opinar. Arturo dice que es un poema flojo, no sé, el caso es que casi todos mis poemas le parecen flojos, a mi no, pero eso no importa nada, el gusto poético de Arturo es diferente al mío, no es mejor, no es peor, es diferente, y ambos lo sabemos y lo respetamos. Arturo es un gran amigo, le quiero mucho, esto podría decírselo en un correo ordinario, pero no me gusta escribir correos, me aburro, así que aprovecho el post y toco todos los palos. Y tú, Martin, ayer vi otra vez Nothing Hill, y lo repito, siempre que veo a Martin me digo, joder, joder, es Miguelito, pero sabes que lo digo desde la admiración que siento hacia ti. Miguelito, cabronazo, eres un tío muy inteligente, aunque poco emprendedor, eso no es malo, eso eres tú, y eres un afrodisíaco para mi inteligencia, o llamémoslo un revulsivo. O no lo llamemos de ningún modo. Ahora, estos días, estoy poematizando lo que me ocurrió en la cafetería faborit, sin querer vi que ahí, en la anécdota que conté había un poema, y en ello estoy. No hay que olvidar que hay un poema en todo lo que nos pasa, la cuestión es saber verlo, saber mirarlo. Estoy en un café de Alicante que me gusta mucho, tiene wifi y es tranquilo. Ya me están echando, han cortado la música, estoy solo. Me marcho. Este post no es más que eso, lo primero que me ha salido, sin ganas de escribir, sin cuidado, sin emoción. Nos vemos.

lunes, 29 de junio de 2009

faborit

Café faborit, calle alcalá, 12:06 de la mañana, tomo un ice latte mediano con azúcar mientras escribo o al menos intento escribir una tercera versión del poema de la camarera, cuando tienes que revisar demasiadas veces un texto es mejor que lo guardes en un cajón y te dediques a otra cosa. Eso hago ahora, me dedico a escribir esto, que es otra cosa distinta a escribir un poema, a corregir un poema quiero decir, ahora se sienta a mi derecha un joven alternativo con zapatillas de cuadraditos negros y grises y saca su portátil, que no es un Mac, y toma su bebida fría, parece un té. Escribir aquí, escribir esto, es una forma de reconocer dos cosas, la primera, mi fracaso, reconozco mi fracaso por intentar escribir un poema y ser incapaz, la segunda, mi necesidad de escribir, reconozco que necesito escribir aunque sea algo como esto, irme dentro de una hora de este café con 3000 palabras por delante, como una procesión, como un cortejo fúnebre, como la línea discontinua de la carretera. Perdona, ¿sabes si hay wifi? No, hasta las cuatro y media no hay. El joven alternativo guarda su ordenador, que no es un Mac, porque no hay wifi y saluda a una chica rubia que acaba de llegar, dos besos, hola, hola, no hay wifi, no jodas, ¿y que hacemos? ¿nos vamos no? Sí, espera que me termino esto. La rubia también trae un portátil, bueno, trae una funda de neopreno tamaño portátil, por lo que es fácil deducir que hay un portátil dentro que necesita una red wifi para cumplir la función básica de todo ser humano, después de nacer y crecer, el ser humano necesita conectarse, beber café, refrescos con burbujas, ir a la universidad, follar, hacer trabajos… si no hay wifi la vida se detiene, la rubia y el joven alternativo de zapatillas a cuadros se van, adiós, buscan un espacio con wifi y aire acondicionado para prosperar, sacar el curso adelante, vivir la vida. Con esto Arturo escribiría un poema, Arturo poematiza cada tramo vital, cada golpe de sangre, se niega a poner en prosa lo que por cojones es poema, la prosa debilita las piernas, hay que mantenerla a raya. Miguel, o Martín, no hace poemas, su prosa no es poematizable porque su mente no se puede comprimir hasta el absurdo, lo de Martín es la línea curva, el plano infinito, el ir tirando del hilo como un mago que saca pañuelos, conejos, rollos de papel. Tengo a mi lado una jodida pija que no para de cotorrear, le rompería el portátil en la cabeza, no el mío, no, el suyo, que tampoco es Mac, le rompería su portátil en la cara y una vez en el suelo le patearía su culo blando y me mearía encima, ahora ya no hablas eh? Ahora no cotorreas como una jodida cotorra de mierda eh? Mira lo que consigues, puta, no me dejas escribir mis cosas, ocupas el espacio de este texto, te metes en mi cabeza, en mi ordenador, sales en la pantalla puta pija de mierda ocupándolo todo con tu estúpido hablar y habar o sea. Dios, así no hay manera.

lunes, 15 de junio de 2009

otro poema, otro día no perdido

pues eso, ya he terminado otro poema (ver ojo izquierdo), en cierto modo está inspirado en una camarera de un café de Alicante, aunque realmente es todo inventado. Un día que estaba esperando a C en ese café, y como ya estaba un poco aburrido de esperar y viendo que la camarera estaba bastante buenorra (follable a más no poder), me dio por improvisar unas palabras en las últimas páginas de un libro de poemas. Entonces me dije, con esto debería escribir algo, ya ves tú, qué original, un poema a una camarera que está buena, pues no habrá poemas con este tema (yo ya he escrito unos cuantos, hasta un soneto hace 6 ó 7 años), pero bueno, como no ando muy fértil tengo que agarrarme a cualquier cosa. Esta mañana empecé a darle vueltas y el resultado es el que puede leerse. La lectura de A la caza del viento, de Clarie Goll me ha inspirado un par de cosillas que están incluidas en el poema, aunque no creo que nadie sea capaz de identificarlas, y cuando digo nadie quiero decir NADIE, pero esto es positivo, uno, yo, siempre leo para escribir después, rara vez leo por el placer de leer y ya, la escritura está detrás de todo y yo me nutro de todo. Últimamente me siento más creativo, más interactivo, más lector, más escritor, más escuchador de música y más visualizador de cine (¡¡¡¿...?!!!). Ahora mismo estoy junto a un ventanal, en una cafetería de la calle noséqué, y puedo confirmar sin temor a equivocarme que Alicante está abarrotado de tías buenas. Es difícil concentrarse en esta situación, pero yo soy fuerte y me debo a mi público. Bueno, pensándolo mejor voy a deleitarme la vista un rato. Se acabó por hoy.

viernes, 12 de junio de 2009

TIENES UN E-MAIL (OTRA VEZ)

Meriendo trina de limón (6% de zumo) sandwiches de embutido y patatas fritas Lays Gourmet. Estoy sentado en el sofá con los pies sobre la mesa mientras vuelvo a ver la película tienes un e-mail. Son las 20:26, hace un par de horas me zambullí en la piscina con forma de galleta integral que hay en esta urbanización. En la piscina nadaban dos señoras de avanzada edad, señoras con el pelo cardado, con la permanente recién hecha, no sé, no sé cómo lo hacen, se peinan con mucho volumen, como si el pelo fuera un casco de queratina para protegerse de los accidentes cotidianos. Mientras me quitaba la camiseta y las gafas no podía evitar oir su conversación:

qué buena está el agua,

de verdad qué buena,

está buenísina ¿verdad?

de verdad que sí, qué buena está

etc.,

Pero quiero hablar, escribir, acerca de la película Tienes un e-mail (otra vez). En septiembre de 2008 ya escribí algo sobre ella. También me interesa destacar que permanecer sentado en el sofá con los pies sobre la mesa a las 20:30 de la tarde con un vaso de Trina de limón en la mano es uno de los pequeños grandes placeres de esta civilización occidental. Quiero escribir sobre ello. Quiero escribir sobre la película Tienes un e-mail. Meg Ryan, en un momento dado, escribe en su ordenador (un Mac del año 98) que no sabe si es una mujer cobarde por llevar la vida que lleva, se pregunta si lo que hace es valioso. Veamos, una mujer de 30 años que trabaja vendiendo libros en una tienda de literatura infantil, evidentemente también lee muchos libros de lo mismo y varias veces por semana se pone un gorrito puntiagudo de hada madrina y organiza una sesión de cuentacuentos para los niños del barrio. Tiene un piso sencillo, acogedor, decorado con buen gusto, duerme en una cama mullida repleta de almohadones con estampados florales, tiene un pijama de rayas, se levanta temprano para escribir correos electrónicos con la luz de la lámpara de la mesita encendida, toma café en Starbucks antes de abrir su pequeña tienda, cotillea con los compañeros de trabajo, saluda por su nombre de pila a los niños que entran en la librería, le encanta Nueva York en otoño, compra ramos de flores, pan de molde, leche, huevos, aceite de oliva y paga con tarjeta de crédito. Vive, por si no ha quedado claro, en Nueva York, en un barrio de Nueva York, un barrio pequeño, con encanto, con las aceras llenas de árboles y coches de diversos colores y cilindrada plantados a ambos lados de la calle. El cielo a veces es azul, a veces gris, vive con un escritor o periodista y de vez en cuando salen a cenar o asisten a saraos del mundillo editorial. Yo, a menudo, me pregunto lo mismo, ¿mi vida? ¿qué hago en la vida? ¿importa lo que hago? ¿es valioso? Vendo libros en una librería (podría venderlos en un puestecillo ambulante, en un top manta, a través de una web…) me quedan 6 asignaturas para que el Ministerio de Educación y Ciencia me regale una cartulina que le diga al mundo que tengo una licenciatura (y por lo tanto, que soy más listo y culto que antes de tener esa cartulina, que estoy mejor preparado, que soy apto para acceder a ciertos cursos, masters, oposiciones, cosas), leo cuando puedo o cuando quiero, que es menos de lo que leía antes, más que nada porque hace tiempo que la literatura ha dejado de ser ese pilar sobre el que sustentar mi seguridad, mi autorrealización: leo mucho por lo tanto sé mucho por lo tanto valgo mucho por lo tanto me siento superior a un porcentaje de la población que lee menos que yo y por lo tanto sabe menos que yo y por lo tanto vale menos que yo. También escribo, oh sí, escribo y podemos aplicar al verbo escribir exactamente lo mismo que acabo de aplicar al verbo leer. El caso es hacer, ser, sentirse, parecerlo, poder mirarse al espejo sin temor, de frente, y decir, eh qué pasó. Me acuerdo en este momento de un poema en prosa de Baudelaire, como no dispongo aquí y ahora de internet, tendré que levantarme para consultarlo en mis obras completas de este señor, admirador de Poe, traductor de Poe, follador de putas mulatas en burdeles, periodista, crítico de arte, poeta, delincuente, sifilítico, presumido, renovador del género, bisagra entre el romanticismo y la modernidad, chico de ciudad, paseante anónimo, flaneur, dandy de zapatos impecables y pelo teñido de verde, provocador, irresponsable… y todo ello editado por Espasa en un precioso volumen. El poema se titula (ya me he levantado he cogido el libro y me he vuelto a sentar) “a la una de la madrugada” y termina así: “descontento de todos y descontento de mí, bien quisiera rescatarme y recobrar algo de orgullo en el silencio y la soledad de la noche. Almas de aquellos a quienes he amado, amas de aquellos a quienes he cantado, reconfortadme, sostenedme, alejad de mí la mentira y los corruptos vapores del mundo. ¡Y vos, señor, dios mío, concededme la gracia de hacer algunos versos bellos que me prueben a mí mismo que no soy el último de los hombres, que no soy inferior a los que desprecio!”. Bien, pero yo quería hablar de la película Tienes un e-mail (otra vez), aunque en realidad lo que quería era decir que me gusta lo pequeño, y que hace no demasiado tiempo escribía y leía, en realidad, para eso, para no sentirme el último de los hombres, ahora, sin embargo, leo y escribo simplemente para sentirme un hombre.  Con saber que soy un hombre me conformo. Soy un hombre, aunque como decía Neruda, y cito de memoria, a veces ocurre que me canso de ser hombre (me cansa ser hombre y haberlo escuchado, como escribió Arturo). Por eso veo la película Tienes un e-mail, porque es algo fácil y sencillo, como estar sentado con los pies sobre la mesa y un vaso de trina de limón en la mano. Algo que hace que me siga gustando ser un hombre.

sábado, 6 de junio de 2009

campello sin anchoas

Escribo, es evidente, escribo, escucho a Mozart y me limpio los mocos en un Kleenex y bebo vino blanco aunque prefiero el tinto. Hoy me han preguntado, otra vez, que si he actualizado mi blog, y yo, pues no, si quieres lo actualizo ahora mismo, y me dicen, vale, y yo, pues venga, tráeme unos mejillones por favor, y aquí estoy, con mis mejillones y mi vino blanco. Acabo de leer el último post de literato Morboso, lo que escribe, más allá de la calidad literaria, que no la tiene, como tampoco la tiene esto que ahora escribo, digo, que más allá de la calidad literaria, está lo que me transmite, el dolor, la decepción, el sonido de lo oscuro dentro del cuerpo, la hiperacusia y las metáforas muchas de ellas sorprendentes y ásperas. El literato me inquieta, leo todo lo suyo con fruición, me pregunto si leería igual si no le conociera. No lo sé. Es un tipo inteligente, todos los tipos inteligentes acaban fatal. Yo acabaré fatal. Sí, yo soy inteligente. Soy fuerte, grande, estoy salido y bebo mucha cerveza para desgracia de mi madre y de mi figura. Estoy a menos de 100 metros del mar, un m,ar que veo con sólo andar 3 metros desde el sofá donde estoy sentado, escribo en mi viejo iBook, la sensación es la de hace años, todo mi libro recientemente publicado fue escrito con este ordenador. A mi izquierda, C está leyendo Mortal y Rosa, de Umbral, que fue no hace mucho y durante bastantes años mi escritor de cabecera, el hijo de puta que me enseñó a soltar metáforas y adornar la idea y darle vueltas y marearla hasta conseguir que diga 20 cosas más de lo que en un principio... bebo vino y como mejillones, esta es la vida soñada, lo ansiado, una casa a la orilla del mar, Mozart en el equipo de música y una bella mujer leyendo a Umbral a 1 cm de mi brazo izquierdo, me pregunta palabras, ¿qué significa penacho? ¿y tempero? ¿y trigémino? y yo, esto, lo otro, yo qué cojones sé, y en lugar de leer me cuenta que un amigo suyo le dijo que los calvos pierden las ideas ya que el cabello sujeta los pensamientos, estoposa, dice ahora, me tengo que apuntar las palabras estas, y podría pasarme todo el post escribiendo lo que ella dice mientras lee, en lugar de leer, ¿podré leer ahora lo que estás escribiendo? y yo, claro, claro, y sigo soltando lo que encuentro, mi mente está en blanco, sólo soy capaz de escribir la realidad, lo que veo, oigo, olfateo con mis orejas y con mis manos, el plato con patatas fritas, los pies con uñas rojas, los mejillones, enumerar la realidad es lo mismo que decir nada, peguntosidad del légamo, dice C que le gustan las palabras esdrújulas, y a mí me gusta escribir en silencio, decía, escribía, que sólo soy capaz de escribir la realidad como un pintor dibuja a su modelo, no soy capaz de inventar nada, el arte es la representación de lo que uno ve, es una taza o una zapatilla llena de arena pasada por el filtro de uno mismo, un mando de la tele interiorizado, el mundo es esta habitación, no existe nada más que el roce de mi brazo izquierdo mientras tecleo brazo izquierdo con el brazo derecho de la mujer que lee a Umbral y pregunta el significado de las palabras a 1 centímetro de mí. la vida, Mozart en todo, las ganas de no decir nada profundo, huir de las ideas, el Literato escribe con ideas, lo llena todo de reflexiones, ¿prestigiar qué es? y yo soy incapaz de llegar a las ideas con tantas preguntas ¿y esquife? así que lo dejo, voy a besar a esta lectora de Umbral, a desnudarla, a invitarla a estar en mí, conmigo, en entre hacia hasta para por según sin so sobre tras.

miércoles, 3 de junio de 2009

o para qué más

¿cómo? ¿que si he escrito algo nuevo en el blog? no, no he escrito nada, pero espera, que ahora mismo escribo algo. Y así de fácil, luego la misma persona que me pregunta que si he escrito algo nuevo en el blog me trae un helado, mmmm, me lo como en un suspiro, me chupo los dedos y me pongo a esto. no tengo nada, absolutamente nada que contar, bueno, por tener sí que tengo, me han ocurrido cosas, claro, cuando suena el despertador (en mi caso un móvil) empiezan a ocurrirte cosas y ya es un no parar hasta que te acuestas, y aun cuando duermes ocurren cosas que puedes escribir, sueños, ganas de hacer pis, etc. Y no voy a releer absolutamente nada de lo que escribo hoy, sea lo que sea lo que salga va a quedar así, como una cagadita de paloma en el alféizar de mi ventana, blanco, marrón, negro, una cagadita recién puesta según se vuela del campanario de la iglesia a la fuente de la plaza del pueblo. Y ya. La vida es eso que me pasa mientras me pasa, no mientras hago planes, sino que me pasa y me doy cuenta, para lo bueno y para lo malo, cuando estoy triste y cuando estoy alegre. La vida me sucede y yo la vivo en este instante, mientras estoy sentado, medio tumbado mejor dicho, mejor escrito, en una cama con dos cojines en la espalda y uno sobre las piernas y sobre el cojín de las piernas mi portátil ligero como una mota de polvo o una brizna de hierva o un papelito recién arrancado de la libreta donde escribo que tengo que ir a Mercadona a por pan y agua embotellada y cereales y papel higiénico y mortadela campofrío, y etc. la vida, lo que vivo, el día la tarde y la noche de no parar de vivir y de no apetecerme sentarme ni quedarme de pié escribiendo nada, ni blog, ni pollas, ni conferencias del día 17 en no sé qué biblioteca pública del estado o del patronato o del ayuntamiento. La peli ya está, dice Tere, dice Mili, pero yo no estoy, o estoy concentrado en mi no concentración en no perder el hilo de lo que no digo ni escribo porque esto es la vida un no saber qué ni cuándo y aquí voy a parar porque, por primera vez desde que estoy tecleando, joder, quiero releer esto. Y ya lo he releído y me ha quedado precisamente eso, una cagada, una mierdecilla semilíquida de paloma, pero eso es lo que doy de mí, lo que puedo estirar mis ganas de acostarme, mis ganas de no escribir, mi sueño. El literato morboso sí que escribe y cuenta cosas y emociona y piensa lo que dice y va al fondo y te toca y abre y escuece. Lo mío no va a ningún lado, es como hacerse una paja, un movimiento con el mismo final siempre, la misma forma de llegar y de poner el punto y aparte, el hasta aquí, el levantarte y limpiar las gotas, lo mío es un no pensar, un acto sucio, rápido, fácil, cómodo, lo del literato es más como un preparativo, una cena con velas y un pato al horno, te gusta, es elaborado, queda bien, y te deja satisfecho. Vale, no tienes orgasmos, pero los orgasmos se olvidan, llegan y se van, una buena cena es algo que nutre y te permite seguir vivo.