martes, 30 de junio de 2009
versiones
lunes, 29 de junio de 2009
faborit
Café faborit, calle alcalá, 12:06 de la mañana, tomo un ice latte mediano con azúcar mientras escribo o al menos intento escribir una tercera versión del poema de la camarera, cuando tienes que revisar demasiadas veces un texto es mejor que lo guardes en un cajón y te dediques a otra cosa. Eso hago ahora, me dedico a escribir esto, que es otra cosa distinta a escribir un poema, a corregir un poema quiero decir, ahora se sienta a mi derecha un joven alternativo con zapatillas de cuadraditos negros y grises y saca su portátil, que no es un Mac, y toma su bebida fría, parece un té. Escribir aquí, escribir esto, es una forma de reconocer dos cosas, la primera, mi fracaso, reconozco mi fracaso por intentar escribir un poema y ser incapaz, la segunda, mi necesidad de escribir, reconozco que necesito escribir aunque sea algo como esto, irme dentro de una hora de este café con 3000 palabras por delante, como una procesión, como un cortejo fúnebre, como la línea discontinua de la carretera. Perdona, ¿sabes si hay wifi? No, hasta las cuatro y media no hay. El joven alternativo guarda su ordenador, que no es un Mac, porque no hay wifi y saluda a una chica rubia que acaba de llegar, dos besos, hola, hola, no hay wifi, no jodas, ¿y que hacemos? ¿nos vamos no? Sí, espera que me termino esto. La rubia también trae un portátil, bueno, trae una funda de neopreno tamaño portátil, por lo que es fácil deducir que hay un portátil dentro que necesita una red wifi para cumplir la función básica de todo ser humano, después de nacer y crecer, el ser humano necesita conectarse, beber café, refrescos con burbujas, ir a la universidad, follar, hacer trabajos… si no hay wifi la vida se detiene, la rubia y el joven alternativo de zapatillas a cuadros se van, adiós, buscan un espacio con wifi y aire acondicionado para prosperar, sacar el curso adelante, vivir la vida. Con esto Arturo escribiría un poema, Arturo poematiza cada tramo vital, cada golpe de sangre, se niega a poner en prosa lo que por cojones es poema, la prosa debilita las piernas, hay que mantenerla a raya. Miguel, o Martín, no hace poemas, su prosa no es poematizable porque su mente no se puede comprimir hasta el absurdo, lo de Martín es la línea curva, el plano infinito, el ir tirando del hilo como un mago que saca pañuelos, conejos, rollos de papel. Tengo a mi lado una jodida pija que no para de cotorrear, le rompería el portátil en la cabeza, no el mío, no, el suyo, que tampoco es Mac, le rompería su portátil en la cara y una vez en el suelo le patearía su culo blando y me mearía encima, ahora ya no hablas eh? Ahora no cotorreas como una jodida cotorra de mierda eh? Mira lo que consigues, puta, no me dejas escribir mis cosas, ocupas el espacio de este texto, te metes en mi cabeza, en mi ordenador, sales en la pantalla puta pija de mierda ocupándolo todo con tu estúpido hablar y habar o sea. Dios, así no hay manera.
lunes, 15 de junio de 2009
otro poema, otro día no perdido
viernes, 12 de junio de 2009
TIENES UN E-MAIL (OTRA VEZ)
Meriendo trina de limón (6% de zumo) sandwiches de embutido y patatas fritas Lays Gourmet. Estoy sentado en el sofá con los pies sobre la mesa mientras vuelvo a ver la película tienes un e-mail. Son las 20:26, hace un par de horas me zambullí en la piscina con forma de galleta integral que hay en esta urbanización. En la piscina nadaban dos señoras de avanzada edad, señoras con el pelo cardado, con la permanente recién hecha, no sé, no sé cómo lo hacen, se peinan con mucho volumen, como si el pelo fuera un casco de queratina para protegerse de los accidentes cotidianos. Mientras me quitaba la camiseta y las gafas no podía evitar oir su conversación:
qué buena está el agua,
de verdad qué buena,
está buenísina ¿verdad?
de verdad que sí, qué buena está
etc.,
Pero quiero hablar, escribir, acerca de la película Tienes un e-mail (otra vez). En septiembre de 2008 ya escribí algo sobre ella. También me interesa destacar que permanecer sentado en el sofá con los pies sobre la mesa a las 20:30 de la tarde con un vaso de Trina de limón en la mano es uno de los pequeños grandes placeres de esta civilización occidental. Quiero escribir sobre ello. Quiero escribir sobre la película Tienes un e-mail. Meg Ryan, en un momento dado, escribe en su ordenador (un Mac del año 98) que no sabe si es una mujer cobarde por llevar la vida que lleva, se pregunta si lo que hace es valioso. Veamos, una mujer de 30 años que trabaja vendiendo libros en una tienda de literatura infantil, evidentemente también lee muchos libros de lo mismo y varias veces por semana se pone un gorrito puntiagudo de hada madrina y organiza una sesión de cuentacuentos para los niños del barrio. Tiene un piso sencillo, acogedor, decorado con buen gusto, duerme en una cama mullida repleta de almohadones con estampados florales, tiene un pijama de rayas, se levanta temprano para escribir correos electrónicos con la luz de la lámpara de la mesita encendida, toma café en Starbucks antes de abrir su pequeña tienda, cotillea con los compañeros de trabajo, saluda por su nombre de pila a los niños que entran en la librería, le encanta Nueva York en otoño, compra ramos de flores, pan de molde, leche, huevos, aceite de oliva y paga con tarjeta de crédito. Vive, por si no ha quedado claro, en Nueva York, en un barrio de Nueva York, un barrio pequeño, con encanto, con las aceras llenas de árboles y coches de diversos colores y cilindrada plantados a ambos lados de la calle. El cielo a veces es azul, a veces gris, vive con un escritor o periodista y de vez en cuando salen a cenar o asisten a saraos del mundillo editorial. Yo, a menudo, me pregunto lo mismo, ¿mi vida? ¿qué hago en la vida? ¿importa lo que hago? ¿es valioso? Vendo libros en una librería (podría venderlos en un puestecillo ambulante, en un top manta, a través de una web…) me quedan 6 asignaturas para que el Ministerio de Educación y Ciencia me regale una cartulina que le diga al mundo que tengo una licenciatura (y por lo tanto, que soy más listo y culto que antes de tener esa cartulina, que estoy mejor preparado, que soy apto para acceder a ciertos cursos, masters, oposiciones, cosas), leo cuando puedo o cuando quiero, que es menos de lo que leía antes, más que nada porque hace tiempo que la literatura ha dejado de ser ese pilar sobre el que sustentar mi seguridad, mi autorrealización: leo mucho por lo tanto sé mucho por lo tanto valgo mucho por lo tanto me siento superior a un porcentaje de la población que lee menos que yo y por lo tanto sabe menos que yo y por lo tanto vale menos que yo. También escribo, oh sí, escribo y podemos aplicar al verbo escribir exactamente lo mismo que acabo de aplicar al verbo leer. El caso es hacer, ser, sentirse, parecerlo, poder mirarse al espejo sin temor, de frente, y decir, eh qué pasó. Me acuerdo en este momento de un poema en prosa de Baudelaire, como no dispongo aquí y ahora de internet, tendré que levantarme para consultarlo en mis obras completas de este señor, admirador de Poe, traductor de Poe, follador de putas mulatas en burdeles, periodista, crítico de arte, poeta, delincuente, sifilítico, presumido, renovador del género, bisagra entre el romanticismo y la modernidad, chico de ciudad, paseante anónimo, flaneur, dandy de zapatos impecables y pelo teñido de verde, provocador, irresponsable… y todo ello editado por Espasa en un precioso volumen. El poema se titula (ya me he levantado he cogido el libro y me he vuelto a sentar) “a la una de la madrugada” y termina así: “descontento de todos y descontento de mí, bien quisiera rescatarme y recobrar algo de orgullo en el silencio y la soledad de la noche. Almas de aquellos a quienes he amado, amas de aquellos a quienes he cantado, reconfortadme, sostenedme, alejad de mí la mentira y los corruptos vapores del mundo. ¡Y vos, señor, dios mío, concededme la gracia de hacer algunos versos bellos que me prueben a mí mismo que no soy el último de los hombres, que no soy inferior a los que desprecio!”. Bien, pero yo quería hablar de la película Tienes un e-mail (otra vez), aunque en realidad lo que quería era decir que me gusta lo pequeño, y que hace no demasiado tiempo escribía y leía, en realidad, para eso, para no sentirme el último de los hombres, ahora, sin embargo, leo y escribo simplemente para sentirme un hombre. Con saber que soy un hombre me conformo. Soy un hombre, aunque como decía Neruda, y cito de memoria, a veces ocurre que me canso de ser hombre (me cansa ser hombre y haberlo escuchado, como escribió Arturo). Por eso veo la película Tienes un e-mail, porque es algo fácil y sencillo, como estar sentado con los pies sobre la mesa y un vaso de trina de limón en la mano. Algo que hace que me siga gustando ser un hombre.