Empiezo a escribir esto en Word. Antes lo escribía todo directamente en Blogger, nada tenía valor (nada lo tiene), pero ahora me apetece conservar estas memorias del presente continuo y del pretérito imperfecto simple en un archivo de Word. Había escrito word y blogger en minúsculas, pero lo he corregido, no sé por qué. Primero escribo dónde estoy, casi siempre lo hago, es una forma de calentar los dedos. Estoy sentado en el sofá, con la tele encendida en canal cuatro, sin volumen, en el equipo de música suena algo de jazz brasileño, el cd es de Mili, a ver si se lo doy, también tengo un par de libros de poemas que me llevé de su casa, de mi segunda casa, no, de mi tercera casa, mi primera casa es donde trabajo, la segunda donde suelo dormir con la luz encendida, y la tercera la casa de Mili donde cada vez que me levanto y entro en la cocina me encuentro un bandeja con el desayuno preparado y una nota de buenos días. Así da gusto vivir por las mañanas. Mientras escribo, mi madre está en la cocina haciendo la comida, esta mañana hemos limpiado un poco la casa, bueno, yo lo único que he estado haciendo ha sido separar la ropa sucia (ropa que huele al tabaco de otros, a desodorante, pantalones vaqueros puestos demasiadas veces, calcetines de usar y tirar…) de la ropa que todavía me puedo poner una o dos veces más antes de lavarla. Llamadme guarro si queréis. El olor a tabaco en la ropa es algo por lo que merece la pena que te condenen a 20 años de prisión. Mataría a cualquiera que se pusiera a fumar delante mía, a veces, a veces, cuando me llega el humo del tabaco de los que tengo a mi lado, cuando veo a alguien que no puede estar ni 4 horas sin fumar, me dan ganas de coger una pala y cavar su propia tumba a palazos, partirle la espalda, hacerle sangre, un favor, evitarle un cáncer de pulmón y visitas al médico. Pero no quiero escribir sobre esto. No. Pasemos a otro párrafo, así el post es más fácil de leer para los de fuera. Para vosotros.
Me pregunto quiénes leerán esto, mi padre por descontado. De hecho, estoy escribiendo esto porque ayer mi padre le dijo a mi madre que me dijera que a ver cuándo actualizaba mi blog. Y lo actualizo. Pero me da pereza, no quiero aburrir. Aburriros. Quiero leer tranquilamente y robarle ideas a los libros que leo para escribir mis poemas en el ojo izquierdo. Tengo libros que escribir, ojos izquierdos que mantener abiertos, camisas que doblar y colgar de una percha en el armario del dormitorio. Mi padre es mi mejor lector. Creo. Supongo. Bueno, la cosa está entre mi padre y Mili. Mili ahora me lee mucho. A veces llora. Yo no sé si llora por lo que escribo o porque me conoce. ¿Lloraría si lo que leyera fuera de un desconocido? ¿de un libro de esos con la vida de un autor en la solapa, una vida plagada de títulos y premios y logros y mierda sobre mierda para tapar la realidad? No lo sé. Pero me gusta que me lea.
Mi padre también me lee. Su interés va más allá de lo literario. Aunque cualquiera que lea este ojo derecho, lo hará por intereses de todo tipo, menos literarios. La literatura no se escribe así. La literatura no sé cómo se escribe, pero así no. Esto es nada. Tac, tac. ¿Y Rain? ¿y J? El mundo pasa, llega, dice hola y desaparece. Yo hago lo mismo. Yo soy el mundo. Avanzo hacia lo desconocido modificándolo (Marc Augé). Mi padre, encorvado en ese sillón lleno de pelos de gata (mi gata Barckley, le puse ese nombre en honor al gran jugador de los Phoenix Suns Charles Barckley. Tenía un gato también, se llamaba Jordan. Jordan y Barckley, gato y gata, cuando le dije a Max Estrella que se había muerto Jordan el cabrón me dijo: pues saca a Barckley), mi padre, digo, encorvado, porque tiene el ordenador en un rincón, sobre una mesa redonda, baja, una mesa de centro con cristal, y un sillón deplorable donde se sienta a punto de herniarse y se pasa horas y horas haciendo clic, clic con el ratón. Yo, cuando voy a su casa, no aguanto más de 30 minutos (a mis 31 años, mi padre tiene 62) en esa postura. Llevo años pensando en comprarle un mueble como dios manda, en Ikea, pero lo voy dejando pasar, a ver si cuando mi padre lea esto se conciencia de lo malo para la salud, para la anatomía, para la armonía postural de huesos y fibras y sistemas y se compra un escritorio y una silla ergonómica. Joder.
Mi padre también tiene un blog y de vez en cuando me deja comentarios anónimos. Le dije que fueran anónimos, que no quería que se viera que mi padre me escribe comentarios, pero ahora no me importa, me da igual, que me escriba comentarios quien quiera que me lea. El máximo de comentarios que he tenido han sido cuarenta y pico, pero eso era antes, en otro blog, en otra vida, cuando Danilo era otro y la vida era la misma vida pero… pero no me concentro, mi madre está entrando y saliendo de la terraza, con el frío que hace, joder, mamá, que hace frío, vale hijo, vale, ya la cierro.
Iba a escribir hoy acerca de escribir, cómo escribir, cómo no escribir, lo haré. No seré didáctico, seré yo, radical, antipático, mentiroso. Y diré que Marc Augé es un señor antropólogo francés que escribe mucho y sabe mucho pero no tiene no zorra de dar una conferencia, una charla, de hacer amena la cultura, habla de la revolución de la educación, pero habría que empezar por revolucionar la suya, si pretende revolucionar algo, desde luego, no va a ser a base de charlas en las que la gente se larga antes de que acaben, salvo W. W se queda hasta el final, por educación, se mantiene sentada jugando con sus manos y poniendo cara de saber perfectamente de qué está hablando. Menos mal que luego me dijo que no se enteró de nada, yo ya estaba pensando que tenía un problema de atención. Si hasta saqué la libreta y me puse a escribir, tomar apuntes de la charla de este francés narcolépsico para que los presentes creyeran que yo también, que yo sí, que lo que se oía llegaba a mi córtex cerebral, que era asimilado por mis facultades, que mi intelectualidad estaba a la altura, pero no, todo lo que se dijo era un coñazo y una basura posmoderna. El arte a veces es así, la cultura, lo underground, lo que no se entiende, dice Vila Matas, es una puerta que se abre. Cuando uno no entiende algo tiene dos opciones: asentir con la mano en la barbilla y decir oh! ah! mmmmm…! o levantarse de la silla e irse a tomar unas cervezas. La primera opción es la de la inmensa mayoría, los culturillas, los gafapastillas, los de no me entero pero joder qué interesante, los que ven puertas que se abren donde otros, simplemente, ven que están perdiendo el tiempo. No cambio media pinta de Paulaner (o como se escriba) por media hora de charla intelectual en el auditorio de la CAM. Salvo que esa charla la de yo. Entocnes, ya no sería intelectual, claro.