jueves, 22 de enero de 2009

La vida, el futuro del libro, una Coca Cola y W

La vida, siempre hablo de la vida, escribo la palabra vida, digo vivir, la vida, estar vivo, una Coca Cola y una sonrisa, la chispa de la vida. Escribo en el sofá, con la tele de 42 pulgadas encendida, con volumen. Como en todos los canales hay noticias, salvo en la sexta que hay fútbol, pongo .2, un canal valenciano con reportajes y como hablan en valenciano si no presto demasiada atención no me entero de mucho, bueno, sí, porque en la tele se entiende siempre todo, te lo ponen mascadito, hablan despacio, bajan el nivel, que todo el mundo lo entienda, que la gente, la masa, el telespectador que se repite en cada sofá de cada casa pueda comprender lo que decimos, que no cambie de canal, que no nos mate. La vida. He ido a comprar Coca Cola Zero, la necesitaba, y he arrancado el coche para que no se quede sin batería. La vecina, o el vecino, no sé, llamémoslo el hijo de puta del vecino, tiene música a todo trapo y no me deja escuchar, o ignorar a gusto, el valenciano del canal .2. Joder. No me queda más remedio. Pongo música. Quito el volumen a la tele y pongo música de Snow Patrol. También he aprovechado para ir a la cocina y prepararme un segundo sándwich con el que acompañar la Coca Cola Zero. Me gusta repetir palabras, frases, sonidos, cosas. Todo el mundo sabe, o debería suponerlo, porque ya lo he escrito, todo el mundo que me lee, que si bebo Coca Cola, es Coca Cola Zero, porque he escrito que he ido a comprar Coca Cola Zero. Pero no me gusta escribir sólo Coca Cola, tengo que escribir Coca Cola Zero. Hay cocodrilos en la tele y escribo esto sentado en el sofá con el abrigo puesto. Hace frío. Tengo las manos heladas, no puedo escribir rápido. Ya no sé lo que iba a escribir cuando empecé esto, no me acuerdo, sólo veo cocodrilos en la tele y negros y un blanco con gorra, bien afeitado, limpio, investigador, curioso, que asiente con la cabeza, dice, veo que dice, sí, sí, a todo lo que están diciéndole los negros que le rodean. También hay un río con meandros. Un río caudaloso, salvaje, con el agua turbia y con piraguas. La vida. Ayer viví también. Mi vida, ayer, me llevó a una conferencia acerca del futuro del libro. Eran 4 tíos y una tía que hablaban cada uno soltando su rollo, la tía no habló, sólo manejaba un MacBook Pro. De los 4 tíos, sólo 2 hablaron del futuro del libro, los otros 2 se limitaron a hacerse propaganda, mi web, mi biblioteca virtual Miguel de Cervantes. Yo jamás iré a una biblioteca que se llame Miguel de Cervantes o William Shakespeare. Aunque sea virtual. Tengo las manos heladas, ateridas, tengo los dedos como palos. No me queda más remedio que encender el aire acondicionado con bomba de calor para poder escribir como una persona. La vida. Intervine en la conferencia, dije que el libro está muerto, que nadie puede dudarlo, que el libro va a desaparecer, como desaparecieron las tablillas, los códices, los manuscritos del mar muerto y las obras completas de Pérez Galdós. Todo va a desaparecer si no se digitaliza. Escribir sobre el papel es algo antiposmoderno, antipostposmoderno, David Foster Wallace nunca lo hizo. Se ahorcó con una cuerda de escalada que compró en internet, no se ahorcó con una simple soga, se ahorcó utilizando la tecnología. El futuro. Creo en el futuro porque tengo memoria. El futuro del libro está en este ordenador, el futuro del libro es no ser libro. El blog. Literablog. El futuro del libro es la vida. Después de la conferencia fui a un concierto. Sí, en Alicante hay conciertos. Fui con W, primero a la conferencia y luego al concierto. Un concierto de piano, violín y violonchelo. Música clásica. No sé por qué pero durante el concierto me acordaba de Apocalíptica, al ver el violonchelo me decía, jo, molaría estar en un concierto de Apocalíptica, todo violonchelos sonando como ahora suena Snow Patrol. Durante el concierto también me acordé de un capítulo de El príncipe de Bel Air, de mi amigo Wally, de un concierto de jazz en Granada, de otro concierto que fusionaba flamenco y jazz en Toledo, me acordé de una novia que tuve y que tocaba el violín, me dejó ella. Ya no me gustan los violines. Me acordé de otro concierto de jazz, en Madrid, en el Café Central, creo que se llamaba así el café, fui con Michel Djerzinski y dibujé lo que allí vi en las páginas de cortesía de un libro de poemas Roger Wolfe. W me recuerda a Michel Djerzinski. Aunque ella no lo conoce, creo que se lo he dicho. W estudió filosofía, como Michel, aunque a Michel le quedan unas pocas asignaturas, pero le sobra filosofía, Michel es un filósofo, un poeta que no escribe poemas espectaculares, pero que hace que yo escriba mejores poemas. Michel me ha ayudado a ser mejor escritor. Si no lo sabe, ahora lo digo y cuando lo lea lo sabrá. Michel es un filósofo de barra de bar y cervezas con limón, W también toma cervezas con limón, aunque no filosofa mucho, al menos no en voz alta, pero detrás de sus gafas nuevas leo a Schopenhauer y a Unamuno. No me gusta Unamuno, escribe mal. Yo escribo mal. Yo tampoco me gusto. La vida. El concierto, Haydn, Beethowen, Mendelson. La parte que más me divirtió fue la de Mendelson. A W creo que también. Vivir, salir una tarde del trabajo y vivir un poco, no irte a casa, no encerrarte y ver la tele, no sentarte en el sofá, no ser un telespectador repetido en otro sofá de otra casa bebiendo refrescos y comiendo porquerías. Vivir, ir a sitios, decir cosas, inventarte teorías estúpidas acerca de esas cosas y tomarte una cerveza antes de volver a casa. La vida. Iba a escribir acerca de la escritura, de cómo escribo poemas, la segunda parte, más de lo mismo, abrirme un poco y deciros cosas que son verdad, pero he hablado de la vida. Mi vida es escribir, pero no sólo eso. También tomo pastillas y me drogo y voy a sitios y hablo con las personas. No es fácil hablar con las personas, uno nunca sabe si realmente te escuchan simplemente esperan que te calles para soltar su rollo. Eso es algo que Don DeLillo refleja muy bien en una de mis novelas favoritas: Ruido de Fondo. Ahora, mi ruido de fondo es el último disco de The Killers. Por suerte ya no oigo la música del hijo de la gran puta del vecino. En la tele hay un escorpión, un marsupial y una serpiente.

2 comentarios:

Rain dijo...

DTB escribes siempre tan ágilmente. Todo lo que escribes se ve, se oye...¡se llega a oler!. Y no exagero.

Cómo me gusta saber de tus rutas y tus bonitas impresiones.

Rain dijo...

Y de lo subyacente. Lo que permanece entrevisto.