domingo, 26 de octubre de 2008

ABRIENDO EL OJO IZQUIERDO

Tengo miedo de abrir el ojo izquierdo. Me encuentro cómodo en este casi nada del diario íntimo, del blog ocasional y de la anécdota. Un desayuno con Neskuik y magdalenas, los patos del lago artificial, la red wifi que acabo de coger en la terraza, cruzo los dedos, lo de siempre. 

Me cuestiono a mi mismo mientras escucho algo de Philip Glass y tecleo rápido, reflexionar a la carrera no es lo mejor, pensar en uno mientras te pones a escribir, tac tac, antes de que la red wifi que te ampara pase a mejor vida es una forma acelerada de existir, lo que soy, lo que transmito, es cuestión de cobertura.

Lo que está claro es que no hace falta viajar para desplazarse un poco, la vida, mudarse de piso o prepararse unas tostadas y un café con leche de soja, cebar el mate que prepara Teresa antes de irse a la cama, en el sofá. El aburrimiento es una forma de vida que se repite en los bloques de pisos del centro de Madrid, en las urbanizaciones de la playa de San Juan de Alicante, una forma de ver pasar todas esas novias que has tenido, personitas a las que te has follado y has escrito poemas para celebrar que ya ha pasado el primer lunes, el primer mes, poemas de despedida, adiós querida adiós y que te den mucho por culo. 

La vida es subir a un ático cerca de la plaza Tirso de Molina y beber cervezas con una diseñadora de interiores, entrar en una iglesia, estirar el brazo y girar un poco la muñeca para mirar el reloj, cómo pasa el tiempo, un día, dos años. Te levantas, te obligas a decir esto es la vida, lo que ocurre en dos años, lo que ha ocurrido antes, lo que viene después, regar las plantas, cambiar las sábanas, los mensajes en el móvil, ¿quedamos esta tarde? 

Limpiar la casa y desatascar el desagüe de la ducha, apilar libros y cds, pequeños movimientos cotidianos que activan la circulación y la absorción de grasas. 

Para adelgazar hay que vivir y no comer pan en las comidas.

domingo, 19 de octubre de 2008

BUSCANDO UNA RED WIFI EN LA URBANIZACIÓN

Después de tres capítulos de Sexo en Nueva York (el sexo en Alicante está difícil) y unos raviolis con no sé qué salsa preparados por mi compañera de piso, salgo por los alrededores del campo de golf en busca de una red para poder escribir algo al mundo y publicarlo. Unos raviolis, un vinito en la terraza, bañarse en un mar lleno de algas que se te meten por el culo y en los oídos, una mañana y una sobremesa donde la vida simplemente pasa de largo, te dejas estar, reflexionas acerca de la semana que se ha ido y que casi te mata y te agarras los machos pensando en la que viene. Ahora la brisa me enfría los dedos de los pies, estoy descalzo, casi en pijama, salir a buscar una red wifi de algún vecino con estas pintas no creo que esté bien visto en una urbanización tan pija, uy, o sea, dame el hierro número 5. La semana que se va me la he pasado trabajando 15 horas diarias, con chaqueta y camisa, con corbata, sin corbata, en camiseta sudada, afeitado, sin afeitar, comiendo en Rodilla de cualquier manera y cenando yogures de leche de soja, viviendo rápido y casi sin darme cuenta de que la vida es esto que te pasa cuando no te enteras. La vida también es vivir un domingo y buscar una red wifi para actualizar el blog. ¿Hay alguien ahí? Yo sigo vivo pero tengo el ojo izquierdo más cerrado que el ojo del culo para que no me entren algas. 
Llevo mucho tiempo sin escribir eso que algunos prefieren etiquetar de literatura, que a fin de cuentas, en mi caso consiste en que tardo varios días en escribirlo, a diferencia de lo que ahora escribo, que en 10 minutos me pongo y lo publico en el ojo derecho. No sé si se notará la diferencia, espero que sí. Esto es un ejercicio de calentamiento, algo que me recuerda que apretar teclas es bueno, me hace sentir mejor, aunque a la vez me hace ver lo miserable que soy por conformarme con tan poca cosa. ¿Qué cojones le importará al mundo lo que he comido hoy o por donde ando si lo cuento con tan poca gracia, con tan poca "literatura"? Me gustaría cerrar con una buena frase, pero tengo una cita dentro de cinco minutos y el culo lleno de algas.

sábado, 4 de octubre de 2008

AHORA PREFIERO UN BUEN PODÓLOGO

Me ha salido algo en la planta del pie y casi no puedo andar. Esta es mi vida. Me sale un bulto, una cosa blanca y dura que se me clava en el hueso y hay que seguir andando, ir a la estación del tranvía o metro ligero, caminar por la calle Alfonso X el Sabio hasta la Plaza de los Luceros, seguir sin casi apoyar la planta del pie, reprimiendo el gesto de dolor, hay que andar, ir al trabajo, tirar del carro, gobernar la nave. Las cosas pasan cuando menos te lo esperas, el amor, la lotería, un resfriado o una cosita blanca en la planta el pie que te jode vivo y tu única opción es ponerte algo en el calzado para disminuir la presión y pedir hora con un podólogo para el lunes a las 18:00 h. Hasta entonces no puedo hacer mucho. Me tumbaré en el sofá a ver capítulos de Sexo en Nueva York o a leer Juego de Tronos, comeré yogures de soja, beberé mucho líquido, oiré a los patos del lago... pero antes, por supuesto, aprovecharé este sol de levante y me iré la playa. La arena es blandita así que no creo que al andar por la orilla me duela mucho el pie, y si me duele pues me quedo tumbado, o me baño, me revuelco en la arena y pienso que vivir en Alicante tiene estas cosas, un poco de arena húmeda, el mar, podólogos, un carril bici que me lleva desde la puerta de mi casa hasta la parada del metro ligero. Me gusta andar por el carril bici. Es cómodo. El carril bici es rojo, es un camino liso y homogéneo bien delimitado, no tiene juntas ni baches, es un buen sitio para andar cuando tienes un bultito que se te clava en la planta del pie y no puedes quedarte en casa descansando porque hay que seguir hacia delante, andar, empujar, levantar, animar, organizar, distribuir. Mi vida es esto. Ahora voy a ponerme el bañador.