domingo, 17 de mayo de 2009

diarios de la paroxetina 8

8. Mientras espero que den las 12:30 h, leo el libro Cómo perder, de Miguel Muñoz, XXXII Premio de Poesía Ciudad de Burgos, editado en DVD. Y mientras leo empiezo a recordar el rostro de una chica, su bufanda blanca, o color crema, su gorro azul, marrón y rojo de lana gruesa con una bolita arriba. Resulta que empiezo a recordar lo que he soñado hoy, sin saber cómo, así, de pronto, sentado en el sillón junto a la terraza, con Vivaldi en el equipo de música mientras espero que den las 12:30 h para salir de casa. Mi sueño. Era una mañana no sé si de invierno o de otoño, pero hacía frío y llovía, por lo que podemos decir, cayendo en cierta redundancia nada original, que era una mañana gris del mes de… digamos que noviembre. Estamos en Parla, cerca de la panadería de mi barrio, y llueve. Yo no sé adónde voy, pero camino por la acera al resguardo de la lluvia que ofrecen las terrazas de los bloques de pisos, camino en línea recta, mirando al suelo, como hay que caminar cuando hace frío y llueve y es noviembre. Entonces me cruzo con una chica más o menos de mi edad, quizás algo más joven, tiene un gorro de lana azul, marrón y rojo y una bufanda blanca o color crema, lleva un abrigo también rojo y está dando saltitos por la acera, como si jugara a la rayuela, no me mira, yo a ella sí, está muy concentrada haciendo eso, dando saltitos, avanza sin pisar las rayas, ni los charcos, yo sigo en línea recta hacia delante y pienso en que esta chica es algo rara. Luego, no sé cómo ocurre, ya digo que esto es un sueño, vuelvo por el mismo sitio, pero en dirección contraria, y ella sigue ahí, avanza dando saltos, con los dos pies, con uno, con los dos, entonces yo la miro, la miro, voy caminando pero me doy la vuelta y la miro fijamente, esa chica que está loca y concentrada tiene algo que me gusta, alguien que se mueve por la acera un día frío y lluvioso de noviembre a las 9 de la mañana dando saltos no debe estar muy bien de la cabeza, o sí, el caso es que yo sigo caminando, me alejo, pero no dejo de mirar, miro descaradamente, espero que ella levante la cabeza, que se fije un momento en mí, que la estoy mirando con todas mis fuerzas, sin dejar de andar hacia, ahora lo sé, hacia mi casa, mírame, mírame, de pronto eres la mujer misteriosa que quiero conocer, eres la niña de gorro de lana y bufanda y abrigo rojo que puede hacer que yo deje de andar en línea recta mirando fijamente al suelo, pero no, no levanta la cabeza, no mira, está loca y concentrada en sus saltitos. Yo sigo andando, a lo mío, qué se le va a hacer uno no puede ganar siempre, miro hacia arriba y veo a una vecina asomada a la terraza del primero, está en bata, fumándose un cigarro, no sé por qué, pero sonrío y la saludo y le pido que se abra la bata, no se lo digo, pero le hago el gesto con los brazos, ella se ríe y me dice que no, que cuando yo haga no sé qué (no me acuerdo) y yo le contesto entonces nunca. Llego a mi portal, subo a mi casa, todos los vecinos están en las escaleras celebrando que un equipo de fútbol ha ganado un partido o una liga o una copa, no lo sé, las escaleras están llenas de críos que no sé de dónde coño salen cantando el alirón, cuando llego al tercero, que es donde yo vivo, mi casa está en obras, y como lo más normal del mundo, la puerta de mi casa es un frigorífico de acero inoxidable, así que abro el frigorífico y entro. Sé que en casa luego ocurren cosas, pero no me acuerdo de más. Ya son las 12:14 h.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Interesante :))


Mili

Dudarazonable dijo...

La casa, en sueños, dicen que simboliza la propia vida...Si la tuya es una nevera, te está faltando el calorcito ahí dentro...
Te mando besitos, para entibiar la estancia :))